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Creando estilos de vida sanos

Luis Suárez: ¿funcionan los cursos de control de ira?

Después de que la mordida del delantero Suárez (Liverpool FC) a Branislav Ivanovic (Chelsea FC) provocara indignación, la Asociación de Futbolistas Profesionales de Inglaterra (PFA, por sus siglas en inglés) le ofreció un tratamiento para controlar su ira.

En la actualidad, éste sería el paso a seguir en casos de temperamento incontrolable.

Existen muchos ejemplos de personalidades a las que les cuesta controlar su carácter. En 2007, Naomi Campbell fue obligada a asistir a clases de control de ira después de que una corte de Nueva York la declarara culpable de atacar a la trabajadora de su casa.

Pero éste no es un fenómeno exclusivo de celebridades.
 

Mucha gente común asiste a este tipo de cursos. Puede que hayan sido remitidos por la policía, una corte o el doctor, o simplemente lo hayan decidido de forma voluntaria tras varios episodios embarazosos.

La teoría del manejo de la ira se desarrolló en los años 70. La primera referencia que se tiene del término en el diccionario Oxford es de 1975, en el trabajo del psicólogo estadounidense Raymond Novaco.

Hoy en día, el control de la ira se basa en una terapia de comportamiento cognitivo, explica Isabel Clarke, quien durante 12 años dirige este tipo de cursos para el Servicio Sanitario Nacional del Reino Unido en Southampton. "Lo que me convence es ver cómo cambia la gente. Para las personas que utilizan la rabia y la intimidación, esto es muy difícil".

No apto para todos

Clarke aclara que el curso no sirve para todo el mundo. Cerca del 30% de las personas que asisten a esta terapia la abandonan. Pero para aquellos que se quedan hasta el final, les ayuda a cambiar su comportamiento.

No fue sino hasta los años 90 que el término "control de ira" se filtró en la vida cotidiana. Entonces su uso era sospechoso, pues en esa época los criminales empezaron a recibir estos cursos como castigo, por lo que creó escepticismo público.

En 1994, a un hombre condenado por asesinar a su mujer se le dio libertad condicional y le ordenaron atender cursos de control de ira. Esta decisión generó indignación por la indulgente sentencia pero también puso en duda si tal curso funcionaba.

En 2006 la controversia volvió a surgir. El Ministerio del Interior del Reino Unido dio instrucciones para que se eliminaran estos cursos del servicio de condicional. Esto ocurrió después del apuñalamiento del financiero John Monckton.

El asesino, Damien Hanson, había asistido a 24 sesiones de control de ira, las cuales -tras una investigación- se determinó que este curso tenía "el potencial de equipar al agresor con un control adicional de mecanismos y de aumentar su capacidad de manipular una situación a su favor".

El caso puso al descubierto las limitaciones del manejo de la rabia. Puede ser apropiado para personas con problemas de temperamento, pero no es apto para criminales violentos.

Los cursos de control de ira empiezan con una revisión de las razones por las que un individuo se molesta, explica Mike Fisher, director de la Asociación Británica de Control de Ira. Normalmente tiene que ver con vergüenza o la inhabilidad de lograr un objetivo. El experto aclara que sólo enfrentándose a la causa es que la terapia puede servir.

A seis pasos del control

Hombre molesto

Para abordar la ira cuando se produce, hay que seguir seis pasos: mirar el problema desde una perspectiva general, aceptar que las diferencias de opinión son aceptables, escuchar a las personas, utilizar una red de apoyo, llevar un diario de control de ira y no tomarse nada personal.

Lleva tiempo. Fisher estima que trabajar cada punto puede tomar de 10 semanas a tres meses.

Es muy difícil encontrar una evaluación independiente de clases de control de ira.

Una encuesta hecha por 500 de las 2000 personas con las que Fisher ha trabajado sugiere que el 82% de los pacientes consideran que, tras 18 meses de terminada la terapia, todavía funciona.

Un 3% considera que fue perder el dinero y el 15% se mostró ambivalente.

Muchos querrán saber si algo que se aprende en un salón de clases puede servir en medio de una discusión.

Clarke concede que uno no puede cambiar el instinto de alguien. Pero puedes alterar la manera en que responden a los primeros síntomas de ira. La experta aclara que la clave es saber cómo el cuerpo reacciona a la percepción de amenaza.

¿Es para Suárez?

Para aquellos de mecha corta, puede ser un problema debilitante, tal y como pareciera que aceptó Suárez en 2012: "Fuera de la cancha no soy nada parecido a como soy allí. La pasión que tengo por el fútbol, es muy diferente, siempre la expresó así. Esta es la forma en que juego, pero también entiendo que necesito cambiar".

Él no cambió entonces, y existen dudas de que pueda cambiar ahora. El Liverpool no ha dicho si va a aceptar la oferta de PFA. Pero, ¿es un curso de control de ira lo que necesita?

"Para las personas con problemas de ira, todo les molesta", dice Fisher. Si lo que dice Suarez es cierto, su mal comportamiento sólo se expresa en el fragor de la batalla, en el campo, donde la adrenalina está a flor de piel.

Fisher señala que la rabia de algunas personas puede ser exacerbada por la presencia del gen "guerrero", Monoamide oxidase A. En teoría, este gen es común en deportistas y personas del ejército, lo que los hace mucho más agresivos en momentos de estrés, pero -según el especialista- hace que el trabajo con ellas sea mucho más difícil.

El experto agrega que existe el peligro de que la persona vaya al curso y no se lo tome con seriedad. "¿Cuánto le importa ser curado? Él probablemente marque todos los requisitos establecidos por quien dirige la terapia. Pero si no toma en serio el programa, volverá a actuar con ira".

Antes el control era visto como una forma de represión. Pero hoy en día sacarlo todo, despotricando, es visto como un comportamiento destructivo, dice Antonia Macaro, quien tiene la columna "el corto y el sabio" del Financial Times.

Macaro cree que por lo general los cursos de manejo de ira son útiles. Pero existe el peligro de que se vuelvan un requisito burocrático. "La idea de que enviar a la gente a un curso soluciona las cosas es peligrosa. Las personas lo pueden ver como un tratamiento, que están curados. Deben entender que tienen un problema".