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Creando estilos de vida sanos

Adicción al bazuco va más allá de los estratos 1 y 2


El caso de este hombre es similar al de otros 10.000 consumidores colombianos, que sin ser habitantes de la calle están esclavizados por una de las drogas más destructivas que existen. La mayoría de los adictos pertenecen a los estratos 1, 2 y 3, un sector de la población que cada día hace más lucrativo el negocio de la venta de drogas ilegales.
“Le coge el alma a la persona que muerde el anzuelo y es muy difícil liberarse. Se sufre un deterioro cognitivo y cerebral muy grave. Si se consume bazuco o bóxer, el daño es superior al que generan otras drogas”, explica Felipe Cárdenas, antropólogo y experto en temas de salud de la Universidad de la Sabana.
El bazuco, una sustancia compuesta por cocaína, ladrillo molido y hasta detergente, es altamente adictivo. Causa alucinaciones, agresividad y delirio de persecución; al principio, genera una sensación de placer y luego, de angustia.
Según Cárdenas, “los procesos de adicción duran toda la vida”. Eso, sumado a su bajo costo (entre 1.000 y 2.000 pesos la dosis) y a la facilidad para adquirirla, ha hecho que se abra camino en la clase media.
Y los datos así lo indican: según el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia 2013, aunque la mayoría de la población consumidora de bazuco se concentra en los estratos 1 y 2 (13.810 y 24.734 personas, respectivamente), en el 3 ya hay motivos para alarmarse.
En sus cuentas, de las 49.756 personas que usaron esa droga el año pasado en Colombia, 6.387 pertenecen al estrato 3 y 4.825 a los estratos 4, 5 y 6.
Un panorama igualmente dramático se presenta en Bogotá, donde el mercado de esta droga, según la Fundación Ideas para la Paz (Fip), mueve al menos 508.000 millones de pesos al año, es decir, unos 1.392 millones al día –un consumidor habitual compra entre 10 y 20 papeletas diarias–.
Aunque no hay precisión sobre las cifras de consumidores de bazuco en los estratos 4, 5 y 6, se calcula que en toda la ciudad hay unos 22.000, y que cerca de 2.700 son de estrato 3 (12 por ciento). Y hay más: el Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad reportó el año pasado 3.000 nuevos casos respecto del 2009. Por ejemplo –sostiene Jonathan Nieto, subsecretario de Convivencia y Seguridad–, existen adictos de localidades como Engativá y Suba que han terminado por vivir en la calle.
Ese es el caso de David, de 37 años, quien cayó en el bazuco hace seis. Vivía con sus padres y tenía un empleo como preparador físico, que abandonó por la droga. No le importaba vender sus cosas o empeñarlas para conseguir unas dosis. “Salía a la calle y me escondía de la Policía y de mi familia –recuerda–. Me daba miedo todo. Me vestía bien, con ropa de marca y relojes finos. Cuando se me acababa la plata, entregaba lo que fuera”.
En ocasiones, la adicción viene acompañada de delitos menores y mayores. En ciertos sectores, la droga está relacionada estrechamente –según Nieto– con las lesiones personales, los homicidios y la lucha territorial. Incluso, en la entrada de algunos colegios los ‘jíbaros’ regalan droga a los niños como ‘estrategia de mercado’.
Y la rehabilitación, ¿qué?
Pese a que la marihuana y la cocaína siguen siendo las drogas que más se consumen en Bogotá, el número de adictos al bazuco es crítico, y hay carencia de programas para tratarlos.
Mientras el Distrito les apostó a los Centros de Atención Móvil para Drogodependientes (Camad), con el fin de asistir a habitantes de calle, y la Secretaría de Salud informa que hace un trabajo de prevención en los colegios, no hay una política que abarque el fenómeno totalmente.
“No hay programas efectivos en la solución o rehabilitación del bazuco. No hemos mejorado en su diseño porque no se ha realizado una planeación participativa. Hay muchas personas que lo enfrentan y no hay solución”, explica Amy Ritterbusch, profesora de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes.


Fuente: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-14462035