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Creando estilos de vida sanos

Nada como la enfermedad de un hijo

Ahora sé que la anorexia de mi hija comenzó en el verano del 2015, cuando ella tenía 13 años. Aquel verano observé que se dejaba algo de comida en el plato y hacía más deporte que antes. Pensé que era normal que como cada verano, se espigara un poco más, que disfrutara sus vacaciones y que bajase de peso.

En ese otoño, la encontré haciendo gimnasia a escondidas. Al ver mi sorpresa de aquel momento, me confesó que se había "obsesionado" con no engordar, para lo que sentía necesario comer menos y hacer más deporte.

Inmediatamente nos pusimos en marcha para quitarle esa obsesión. Porque yo seguía sin ver la anorexia por ningún lado. Era una obsesión, sin más.

Su pediatra de siempre, nos dijo que no había que alarmarse, que todo sería fruto de la edad. Le creímos, e incluso durante algunos días mi angustia se alejó. 

Pero duró poco, tan solo unas semanas después el peso estaba por debajo del límite saludable y el mismo médico nos derivó a "salud mental" para que valorasen un posible trastorno de conducta alimentaria.

No me lo podía creer, no podía ser que mi hija tuviese ningún trastorno. Lo tenía todo, como estudiante era brillante, todo lo que hacía lo hacía bien, tocar el piano, dibujar, escribir, todo…Además, nosotros éramos una familia "normal", sin problemas, con estabilidad sentimental y económica…No podía ser, debía de ser un error.

Pero el psiquiatra que la vio por primera vez nos dijo a mi marido y a mí que el diagnóstico médico estaba claro, mi hija sufría un trastorno de conducta alimentaria. No entendí mucho su explicación, solo recuerdo que dijo algo como que mi hija tenía un conflicto interno que resolver y que era "eso" lo que había desencadenado el TCA.

Entonces me asaltaron unos horribles sentimientos de culpa y ansiedad ¿Qué habíamos hecho mal? ¿Qué le habría pasado a mi hija que yo desconocía? ¿Un conflicto escolar? ¿Acaso no le había prestado toda la atención que ella necesitaba? ….


Pensé que era importante saber el motivo y me reconfortaba creer que fuese lo que fuese, ya se descubriría en algún momento, sin saber que el descubrimiento del por qué podía no llegar.