14 de September del 2020
Anónimo
Las redes sociales como Twitter o Facebook han cambiado la forma de relacionarnos y han llegado a influir, en algunos casos, en nuestro comportamiento. Cada persona utiliza las redes sociales con una finalidad: difundir su trabajo, dar a conocer su empresa, vender productos y servicios o contactar con antiguos amigos. De manera que la forma en cómo son utilizadas repercute en el individuo.
Desde su aparición se han llevado a cabo muchos estudios con el objetivo de conocer cómo afectan a nuestro comportamiento y a la forma que tenemos de valorarnos. Los resultados obtenidos han demostrado que su uso excesivo contribuye por un lado, al aumento del estrés y la sensación de soledad y por otro, a la disminución del sentimiento de felicidad.
Incluso, algunos estudios han relacionado la adicción a las redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter con una baja autoestima. Resultados que se han visto apoyados por la presencia de sintomatología depresiva y falta de habilidades sociales en ellas. La razón se encuentra en que ante tantas publicaciones de la vida de los demás, la persona adicta realiza continuas comparaciones y acaba por pensar que su vida es aburrida, miserable y vacía. Sin darse cuenta de que el tiempo que podría estar dedicando a enriquecerla, lo está malgastando.
Padilla-Romero y Ortega Blas (2017) en el artículo “Adicción a las redes sociales y sintomatología depresiva en universitarios”, observaron que “el nivel severo de sintomatología depresiva se asocia a un nivel muy alto de adicción a redes sociales“. Las autoras afirman que una posible explicación podría “relacionarse la presencia de algunos indicadores depresivos como una autoestima baja caracterizada por presentar una percepción negativa de sí, escasos recursos de interacción social y el aislamiento social”.
Además, de esta forma se podría entrar en un círculo vicioso porque aseguran que “el estado afectivo depresivo favorece el acceso a Internet en un intento de disminuir los síntomas depresivos con el fin de mejorar su relación social a través de este medio virtual“. Es decir, intentan salir de la depresión a través de aquello que les hunde más. Sin darse cuenta, que en lugar de acudir a las redes sociales, lo ideal sería acudir a un profesional de la psicología.
Por otro lado, la autoestima también se ve afectada de manera negativa cuando, para impresionar a los demás, se inventa una vida que no tiene para recibir más likes o comentarios. Porque a pesar de experimentar esa intensa pero breve sensación placentera cuando publica algo, más adelante esto no fortalecerá su propia valoración personal sino que puede convertirse en una esclava de las opiniones y los juicios de los demás.
A menudo, las redes sociales funcionan como un escaparate donde exponer casi exclusivamente todo lo que está relacionado con la felicidad. Comportamientos que de forma puntual no indican nada, pero que en exceso ayudan a la creación de un personaje o de una auténtica máscara. En el fondo, la adicción a las redes sociales indican una necesidad que no está cubierta. Un vacío que se parchea con la visita a los perfiles de los demás o la invención de una vida propia.
Ahora bien, las redes sociales no son malas ni peligrosas, sino el uso que hacemos de ellas. Por eso es muy importante tener en cuenta hasta qué punto son una prioridad en nuestras vidas. Nunca algo que tenga que ver con el exterior va a producirnos la felicidad que realmente queremos y necesitamos, porque esta solo es accesible desde nuestro interior.