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Te hablamos de las adicciones
  • ADICCIÓN A LA COMIDA

20 de agosto del 2020

MIREIA HURTADO.

ADICCIÓN A LA COMIDA

En el DSM-5, (5) la adicción a sustancias es definida como un patrón desadaptativo, que conduce a un deterioro o malestar clínicamente significativo, y se caracteriza por síntomas cognitivos, conductuales y fisiológicos. Los criterios para el diagnóstico incluyen tolerancia (necesitar cada vez más cantidad), síntomas de abstinencia, tiempo y energía considerables para encontrar, usar y recuperarse del abuso de sustancias, intentos fallidos de dejar de usar y uso continuo y compulsivo a pesar de las consecuencias negativas y destructivas.

Lo que se considera la adicción a la comida y el resto de adicciones comparten el patrón de fuerte impulso por llevar a cabo la conducta problemática (las ansias o craving), sentimientos de pérdida de control sobre esa conducta, así como utilizar esa conducta para reducir la ansiedad y evadirse emociones negativas.

Pero hay  otros criterios fundamentales para la adicción a sustancias, como los síntomas de abstinencia y la tolerancia fisiológica, no han demostrado ser relevantes en los alimentos.

EVIDENCIA CIENTÍFICA SOBRE LA ADICCIÓN A LA COMIDA

En primer lugar, te diré que la idea de que un alimento en particular sea adictivo parece carecer de clara evidencia científica que lo respalde. La investigación que defiende la idea de la adicción a la comida utiliza la Escala de Adicción a la Alimentación de Yale, que se basa en la experiencia sentida de las  personas y no tiene en cuenta la restricción de alimentos. Sabemos, en base a la neurociencia, que cuando se restringe cualquier alimento, aumenta la recompensa de ese alimento. Es un mecanismo de supervivencia biológica, y las personas se sienten «adictas» porque se sienten descontroladas con respecto a ciertos alimentos. Sin embargo, eso es muy diferente a afirmar que una sustancia alimenticia es fisiológicamente adictiva.

Además, las investigaciones que afirman que el azúcar estimula las mismas regiones del cerebro que la cocaína u otras drogas no son del todo ciertas.

En estudios realizados en ratas, eso solo ocurre bajo privación forzada; bajo esas condiciones restrictivas, la respuesta de recompensa es mayor. Los cambios dopaminérgicos que se asemejan a la adición solo ocurren con el consumo de azúcar bajo el régimen de acceso intermitente, y sin estas condiciones, la respuesta dopaminérgica al azúcar se parece a otras recompensas naturales, como tener sexo, dar un paseo por la montaña o hacer algo que nos guste mucho. Al observar la investigación con animales, la única vez que los roedores consumen azúcar de una manera «adictiva» es cuando tienen acceso intermitente a ella. Cuando los roedores tienen acceso ilimitado al azúcar, no demuestran un comportamiento similar al de la adicción.

El punto clave a recordar es que la mayoría de los alimentos tienen una respuesta de recompensa mejorada en condiciones de restricción y privación, tanto mental como físicamente.

Existe una gran cantidad de datos neurobiológicos que apuntan que la restricción amplifica el atractivo y el sabor de los alimentos. Es cierto que los alimentos y las drogas comparten vías neurales, pero el cerebro no desarrolla una dependencia fisiológica de las sustancias alimenticias.

La sensación sentida de una persona fuera de control o adicta a los alimentos no es lo mismo que tener evidencia científica de que está ocurriendo a nivel fisiológico.

Lo que si que sabemos es que la privación impulsa el comportamiento compulsivo. La restricción alimenta aún más la sensación de pérdida de control y una menor capacidad para autorregularse.La dieta nos coloca en un lugar de vulnerabilidad ante todos aquellos  alimentos que estamos etiquetando como «malos» o «prohibidos»

¿PORQUÉ  NOS SENTIMOS ADICTOS A LA COMIDA?

Tal y como te comentaba, una cosa es que la adicción a ciertos alimentos no esté demostrada como tal, o otra es que las personas no experimentemos la sensación de pérdida de control y de incapacidad como algo adictivo e invalidante.

Personalmente, recuerdo perfectamente la energía del atracón como algo que me secuestraba y ante lo que me era imposible resistirme.

Pero es importante entender que los atracones son fruto de la restricción inicialmente física y posteriormente física y emocional. Cuando nos ponemos a dieta y nuestro cerebro detecta restricción, se activan los mecanismos de supervivencia que activan el sistema de recompensa que nos impulsa a buscar comida de forma urgente para  para recuperar los niveles de energía a los que está acostumbrado el cuerpo.

Es decir, comer demasiado poco da como resultado una presión psicológica y fisióloga hacia la ingesta.

Con el tiempo y a base de repetir acciones de restricción, ya no solo es la propia restricción la que activa esos mecanismos, sino sólo al pensar en el ello el cerebro entiende que otra restricción se acerca y empieza a ansiar comida para prevenir la siguiente hambruna.

Así pues, los comportamientos que en la superficie se ven y se sienten como la adicción al azúcar son a menudo una función de la mentalidad de la dieta, que puede ser tan poderosa de un sentimiento como la adicción. A través de la restricción o las etiquetas de alimentos «buenos» o «malos», las reglas de control de comida, etc…  se crea una privación real o percibida que puede desencadenar un impulso primordial de comer. En otras palabras, el atracón ocurre en el contexto del acceso limitado en lugar de los efectos neuroquímicos reales del azúcar.

Por lo general, consideramos que el comportamiento alimentario está controlado por la fuerza de voluntad, por lo que cuando no puedes dejar de comer azúcar, lo puedes sentir como un fracaso personal.

Pero la verdad es que no es falta de fuerza de voluntad ni de adicción, sino una consecuencia natural vinculada a nuestra supervivencia.